Micromanagement: miedo disfrazado de poder
- Angela Alvarez Nieves
- 3 sept
- 2 Min. de lectura
El micromanagement rara vez aparece en un reporte de desempeño como algo a cambiar o corregir, aunque siempre impacta negativamente en la motivación del equipo.
Es un hábito que se hereda en las culturas organizacionales como si fuera una cualidad, sin percibir que es un elemento que todo lo contamina.
Si en la empresa no se reconoce como una conducta errónea, nadie se ocupará de combatirla o erradicarla. ¿Por qué sucede? Porque suele disfrazarse de compromiso, de control, de orden o de involucramiento del líder, cuando en realidad significa algo muy distinto: desconfianza, miedo a delegar, ansiedad frente a la innovación, miedo a que algo salga mal o incluso a dejar de sentirse útil e importante.
El problema es que esos miedos suelen justificarse con la famosa frase que muchos dicen con orgullo: “es que soy perfeccionista”, como si significara “es que soy perfecto”. En realidad, lo que están diciendo es: “busco algo inalcanzable”. Esa mentalidad deriva en una presión excesiva tanto para los líderes como para el equipo, que intentan cumplir expectativas poco realistas.
La frustración y la desmotivación empiezan a instalarse en la organización, intoxicando pensamientos y acciones, y convirtiendo la empresa en un espacio de lucha, competencia y desgaste. Todo lo contrario a lo deseable: una cultura colaborativa donde prevalezcan la comunicación y los objetivos comunes.
Las consecuencias son claras: pérdida de confianza, creatividad limitada, rotación de personal, conflictos internos y un líder convertido en cuello de botella. Un líder que lejos de inspirar, termina desgastado tratando de sostenerlo todo.
Lo más peligroso es que socialmente el micromanagement suele validarse. Se reconoce como “estar en todo” y hasta se premia con ascensos, cuando en realidad es lo que más limita el crecimiento profesional del equipo y de la propia empresa.

Un líder que no suelta, no permite crecer. Un líder que confía, empodera a los demás y a sí mismo.
La próxima vez que sientas la tentación de revisar cada detalle, hazte esta pregunta poderosa:
¿Es realmente necesario… o es tu miedo el que te mueve?




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